
Solo diré que le di lo mejor de mí y supongo que recibí lo mejor de ella. Era una pena quitarle al mundo una muchacha así. La abracé. Estuvimos unos minutos en silencio. Con inocencia, le propuse una excursión a Cueva de los Verdes, a la mañana siguiente. Dijo que si, feliz; no sabía que estaba firmando su sentencia de muerte.
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